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Daireaux
27 de julio de 2024

La Calesita

admin

Hace más de tres décadas, existío una calesita que se alzaba majestuosamente frente a la Plaza San Martín. Los fines de semana, aquel lugar se transformaba en un escenario de risas, diversión y sueños por cumplir.

Los niños y niñas de la ciudad esperaban ansiosos el sábado o el domingo, ya que sabían que era el momento perfecto para disfrutar de unas «vueltas» en la calesita. Acompañados por sus padres, llegaban cargados de entusiasmo y alegría, con la esperanza de alcanzar un pequeño tesoro que se encontraba en la cúspide de cada viaje.

La sortija dorada era el anhelo de todos los pequeños aventureros que se atrevían a subir. La música alegre resonaba por el aire mientras la calesita comenzaba a girar suavemente.

Mientras la calesita daba vueltas y vueltas, los niños extendían sus manos, tratando de atrapar la sortija que colgaba en el aire, justo a su alcance. Era un desafío divertido y emocionante. Los pequeños se esforzaban al máximo, estirándose y saltando, pero la sortija parecía siempre un paso adelante, deslizándose suavemente, burlándose de sus intentos.

Sin embargo, la alegría no se apagaba. Cada giro de la calesita era una oportunidad para reír, para disfrutar de la compañía de amigos y familias. Los niños no se rendían, seguían animándose unos a otros y compartiendo momentos mágicos.

A veces, cuando menos lo esperaban, ocurría el milagro. Un niño o niña con los ojos llenos de asombro lograba atrapar la sortija. En ese instante, el mundo parecía detenerse. El pequeño afortunado recibía una vuelta gratis, una recompensa por su perseverancia y valentía.

Con el correr de los años, la historia se repetía en la calle Mitre, casi Sarmiento, donde -una vez más- se abrían las puertas a la ilusión.

La calesita se convirtió en un lugar de encuentro, de risas y de sueños cumplidos. Los niños y niñas regresaban cada fin de semana, con una chispa de esperanza en sus ojos, listos para disfrutar de nuevas «vueltas» y de la maravillosa experiencia de intentar atrapar la sortija. Y aunque algunos lograban su cometido y otros no, la verdadera magia estaba en la felicidad compartida y en la memoria de aquellos días llenos de risas y aventuras.