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Daireaux
26 de diciembre de 2024

Juegos de antaño

admin

Tras el paso del Día del Niño, los recuerdos del pasado acuden suavemente a la mente de aquellos que ya han acumulado unos cuantos años de vida. Entre las arrugas de la memoria, se dibujan imágenes de épocas pasadas, cuando la creatividad y la imaginación eran los únicos recursos que necesitaban para sumergirse en horas de diversión sin fin.

En el rincón de la memoria, se asoma la nostalgia por aquellos tiempos en los que los amigos del barrio eran compañeros inseparables de aventuras. La mera idea de «jugar» iba más allá de la pantalla de un dispositivo, y la sonrisa era el idioma universal que compartían al armar sus juguetes improvisados. Un trozo de madera, unas cuerdas, quizás algunos clavos sueltos; eran suficientes para construir un mundo propio donde la imaginación fluía libremente.

La mente viajaba a la calle polvorienta donde se compartían risas y secretos, donde los tesoros eran “bolitas” relucientes o piedras recogidas con admiración. Las veredas eran escenarios de juegos que no necesitaban cables ni baterías, sino solo la pasión de jugar juntos. La tecnología era un concepto lejano, y la única red era la de amistad y complicidad que tejían con sus risas.

Las palabras «taba» y «payana» resurgen del pasado como cápsulas del tiempo que contienen historias y tradiciones. Estos juegos, testigos de generaciones anteriores, formaban parte del ritual dominical. Las tardes parecían eternas mientras las tabas giraban en el aire y las payanas saltaban entre los dedos hábiles de los niños. Cada movimiento era un pequeño desafío, cada risa una conexión con el pasado y el presente.

Hoy, esos juegos han cedido su lugar a las luces brillantes de las pantallas y a la constante atracción de la tecnología. Los pasatiempos sencillos y analógicos han sido relegados, pero no olvidados. En la mirada de quienes vivieron esos días, brilla un reflejo de la pureza de la infancia y la simplicidad de aquellos tiempos. Son momentos que persisten en la memoria, tesoros invaluables que perduran a pesar de la vorágine del tiempo.

Y así, mientras pasó el Día del Niño, el corazón se llena de gratitud por esos instantes que marcaron la niñez. Los juguetes improvisados se convierten en emblemas de una época en la que la creatividad era moneda corriente. Aunque los juegos hayan cambiado y las tecnologías avancen, esos recuerdos permanecen inalterables, como pequeñas piezas de un rompecabezas que forman la historia con cada momento vivido.