En cada rincón de las localidades, cuando el rugido de los ferrocarriles anunciaba su paso, los habitantes se detenían un instante para observarlos. Figuras solitarias, como sombras errantes, se desplazaban entre las tenues luces que perfilaban los antiguos andenes. A menudo, eran llamados linyeras o mal llamados «crotos», etiquetas que apenas rayaban la superficie de quienes eran en realidad: seres humanos sometidos a la inclemente prueba de la vida.
Cada minuto que transitaban era un capítulo de su inquebrantable historia de supervivencia. Sus miradas cargadas de experiencias vividas narraban historias de luchas silenciosas y desafíos constantes. La vida les lanzaba obstáculos a cada paso, pero ellos persistían con una valentía que solo se adquiere en las trincheras de la adversidad.
A pesar de la dureza de sus circunstancias, los linyeras eran más que simples vagabundos; eran miembros de una comunidad invisible, pero unida por lazos de solidaridad y esperanza. Los pobladores de muchos lugares les abrían sus corazones y les tendían una mano amiga. En medio del frío y la incertidumbre, les ofrecían una comida caliente que les llenaba el estómago y el alma, un abrigo que les protegía del crudo invierno, o simplemente una charla sincera que les recordaba que aún eran parte del tejido humano de aquella sociedad.
Con el paso implacable de los años, los linyeras se fueron desvaneciendo como un suspiro en el viento. Hoy, solo quedan en la memoria colectiva de aquellos lugares donde alguna vez caminaron. Pero su legado perdura recordándonos que, para sobrevivir en este mundo, a menudo es suficiente tener un par de pies dispuestos a avanzar.
Cada uno de ellos fue un testigo de la capacidad inquebrantable del espíritu humano para perseverar en medio de las dificultades, una lección de dignidad y resistencia que sigue inspirando a quienes escuchan su historia. En sus pasos errantes y en sus miradas llenas de vida, encontramos la prueba de que, incluso en los rincones más oscuros, siempre hay luz y humanidad dispuesta a florecer.